Estamos viviendo un periodo de reacción en contra de los temas relacionados con ESG y la sostenibilidad. Conceptos como “impacto positivo” y “agenda ambiental” han generado resistencia en algunos líderes y empresas. Sin embargo, la esencia de la sostenibilidad sigue siendo clave para la continuidad y el éxito de los negocios.
¿Cómo dialogar con líderes y empresas más escépticas sobre estos temas? La respuesta está en adaptar nuestro lenguaje. Si la resistencia está en las palabras, podemos transmitir el mismo concepto de una manera diferente, utilizando términos más estratégicos y orientados al mundo corporativo. Después de todo, ESG no es más que la gestión eficiente de riesgos y oportunidades.
Pensemos en ejemplos concretos. En lugar de hablar de “sostenibilidad a largo plazo”, podemos enfocarnos en la “eficiencia operativa”. Por ejemplo, cuando una empresa implementa medidas de ahorro energético, no solo está contribuyendo al medio ambiente, sino que está reduciendo significativamente sus costos operativos.
El “impacto positivo” puede transformarse en una conversación sobre “mitigación de riesgos y valor agregado”. Cuando hablamos de preparar a una empresa para futuros cambios regulatorios o para mantener su competitividad en mercados cada vez más exigentes, estamos abordando la misma temática desde una perspectiva más pragmática y empresarial.
La “economía circular” se convierte en “optimización de recursos y costos”. Por ejemplo, cuando una empresa manufactura reutiliza sus residuos o implementa sistemas de reciclaje interno, no solo está siendo “verde” – está reduciendo costos de materias primas y mejorando sus márgenes operativos.
El “cambio climático” puede abordarse como “gestión del clima e infraestructura”. Cuando una empresa evalúa cómo proteger sus instalaciones contra eventos climáticos extremos o cómo asegurar su cadena de suministro ante disrupciones climáticas, está haciendo gestión de riesgos básica.
La “transición energética” cobra más sentido cuando se presenta como “seguridad y competitividad energética”. Las empresas que diversifican sus fuentes de energía y reducen su dependencia de combustibles fósiles no solo están siendo sustentables – están protegiendo sus operaciones contra la volatilidad de precios y asegurando su suministro energético a largo plazo.
El “bienestar de los empleados” se traduce naturalmente en “productividad y retención de talento”. Las empresas que invierten en programas de salud y desarrollo profesional no están haciendo filantropía – están construyendo una fuerza laboral más comprometida y productiva.
Más allá de las palabras: El verdadero reto
Al final del día, no es el acrónimo ni la etiqueta lo que importa, sino los resultados y el valor que estos temas generan para el negocio. Las empresas que ignoran estos factores no están rechazando ESG, sino cerrando los ojos a desafíos reales del mercado y perdiendo oportunidades estratégicas.
Esta adaptación del lenguaje no busca diluir la importancia de la sostenibilidad, sino hacerla más accesible y relevante para aquellos que toman las decisiones en el mundo empresarial. Al traducir estos conceptos a términos más pragmáticos y orientados a resultados, podemos mantener conversaciones más productivas y lograr cambios más significativos en las organizaciones.